Título Original: Smoke
Año: 1995
Duración: 112 Minutos
País: Estados Unidos
Director: Wayne Wang
Guión: Paul Auster
Música: Rachel Portman
Fotografía: Adam Holender
Reparto: Harvey Keitel, William Hurt, Forest Whitaker, Harold Perrineau Jr, Stockard Channing, Ashley Judd, Giancarlo Esposito, Victor Argo, Erica Gimpel, Jared Harris.
Productora: Miramax
Género: Drama
Sinopsis: Brooklyn, verano de 1990. Algunas personas que frecuentan el estanco de
Auggie Wren (Harvey Keitel) le confían sus problemas. La rocambolesca
historia de cómo consiguió su cámara fotográfica y de por qué se decidió
a elaborar su singular colección de fotografías le dará por fin un
argumento a Paul Benjamin (William Hurt), un prestigioso novelista que
atravies una crisis. Por su parte, Paul ayudará a Rashid (Harold
Perrineaud Jr.), un adolescente negro bastante desorientado que busca a
su padre (Whitaker).
Hacía tiempo que andaba con
ganas de meterme una buena dosis de Harvey Keitel entre pecho y espalda y para
empezar el ciclo que mejor que Smoke (Wayne Wang, 1995). El director en
perfecta sintonía con el escritor y cineasta Paul Auster nos presentan una
historia como la vida misma. Auggie Wren (Harvey Keitel) es el propietario de
un estanco en Nueva York, además de fotógrafo amateur, por su negocio pasan todo
tipo de personajes del vecindario, allí, entre cigarros, caladas y humos
charlan sobre lo divino y lo humano. Uno de los sospechosos habituales del
local es Paul Banjamin (William Hurt), un escritor venido a menos que sufre un colapso
literario desde la trágica muerte de su mujer unos años atrás, Rashid (Harold
Perrineau, Jr.) aparece por casualidad en la vida de Paul para salvarle la
vida, Paul a cambio le ofrece su casa para pasar unas noches y así entablan una
amistad, a Rashid le gusta dibujar, pero su máxima motivación es encontrar a un
padre (Forest Whitaker) que desapareció de su vida hace mucho tiempo. La vida
de estos cuatro personajes acabara cruzándose para contarnos una historia de
amistad, secretos, humo, tabaco, puros cubanos, amores pasados e hijas
desconocidas, tranvías, charlas entre caladas, pantalones cortos, chancletas, fotografías
parecidas pero no similares y calor, mucho calor.
El día a día de una ciudad
cualquiera –en este caso Nueva York- en un momento cualquiera –verano de 1990-
y de unas personas cualquiera, Wang y Auster nos presentan el presente de unos
personajes a los que vemos en nuestro día a día y a los que no prestamos atención,
unos personajes con un presente y un pasado que se nos va desvelando poco a
poco y que pese a no conocerlos los sentimos como propios, porque las historias
que nos cuenta Smoke podrían ser nuestras historias perfectamente, a mi no me
la meten doblada, estos personajes no están interpretados, ese estanco existe,
al igual que existe Paul Banjamin o la gasolinera de Whitaker, lo único que ha
hecho Wang es ir allí y grabarlos, porque ellos ya existían cuando las cámaras llegaron
hasta ellos y por supuesto seguirán existiendo una vez se vayan ya que esto es
la vida en estado puro. Una magnífica película cargada de magia –por llamarlo
de alguna manera- y con un final apoteósico, escuchar a Keitel contándole a
Hurt su “cuento de navidad” cara a cara mientras fuman como condenados es
jodidamente maravilloso, por no hablar de ese zoom, para mi uno de los mejores
de la historia del cine, puede que para mucha gente la película este
sobrevalorada, pero a mí me emociona cada vez que la veo sin necesidad de sensiblería
barata, Keitel lo borda –este tío nunca falla-, Hurt esta sublime y yo quiero
tener un estanco como el de Auggie y pasar los días charlando entre calada y
calada.
8 / 10